«UN PEQUEÑO HUERTO EN CASA»


Categoría: Pandilla Petit, (preescolar y 1ro. y 2do. año de primaria)
Área de participación: Ciencias Agropecuarias y de Alimentos

Asesor: MARISOL HERNANDEZ FLORES

Autor: Libni Bera Sanchez Nieto ()

Grado:

Resumen

Actualmente se están poniendo de moda los huertos urbanos, cada vez nos encontramos con más huertos en las azoteas, balcones, etc., ya sea con un fin estético para embellecer el paisaje o para el propio consumo, obteniendo así alimentos de calidad y saludables que en estos tiempos de crisis nos salvan un poco. Sin duda son innumerables los beneficios que nos aporta tener un pequeño huerto en casa donde podamos plantar desde hortalizas, así como todo tipo de plantas aromáticas y flores creando un microambiente donde se puede disfrutar de la naturaleza.

Es muy fácil crear tu propio huerto ecológico en tu propia casa, no se precisa de grandes extensiones de terreno sino que con tener un simple balcón, azotea o terraza nos vale para  crearlo, y tampoco se necesita ser un experto en el ámbito de la agricultura.

El bienestar nutricional requiere alimentos variados, nutritivos y sanos para satisfacer las necesidades alimentarias de todos los miembros de la familia. Obtener mejores provisiones de alimentos y bienestar nutricional es mucho más que producir alimentos suficientes. Se requieren también recursos tales como tierra, agua, semillas, mano de obra, herramientas y conocimiento sobre técnicas apropiadas de  alimentos producidos. Los miembros del hogar deben preocuparse por mejorar sus ingresos para garantizar a la familia mejores condiciones de vida, entre las cuales una buena alimentación diaria.

Esta investigación describe la importancia de una adecuada disponibilidad de alimentos a la familia que garantiza un consumo suficiente y equilibrado, permitiéndoles alcanzar niveles adecuados de nutrición, salud y seguridad alimentaria.

Pregunta de Investigación

¿Qué sembrar en el huerto?

Planteamiento del Problema

¿En que nos beneficia hacer nuestro propio huerto en casa?

Antecedentes

Es en la segunda mitad del siglo XIX donde aparecen las primeras referencias de huertos urbanos. Se trata de una época llena de cambios (Revolución industrial, locomotora, éxodo rural…) en la que las ciudades se llenan de campesinos, generando una clase obrera en un entorno de pobreza. En este momento el gobierno y la Iglesia les ceden espacios, llamados “huertos de los pobres” para que puedan cultivar sus alimentos para paliar un poco su situación económica.

En la primera mitad del siglo XX, volvieron a proliferar los huertos urbanos, sobretodo en la época de las grandes guerras, pues se consideraba indispensable asegurarse alimento y no depender de las importaciones. Se llamaban “Victory gardens” o “War gardens”. En EEUU, Reino Unido y Alemania se usaron todo tipo de terrenos para poner en marcha estos huertos, desde jardines y parques, hasta campos de fútbol; haciendo propaganda y campañas (“Dig for Victory”) para concienciar a la población que cultivaran sus alimentos.

A partir de los años 60 y 70, vuelven a resurgir los huertos urbanos, pero la razón no es tanto la necesidad de alimentos, sino la necesidad de responder al sistema. Surgen a partir de movimientos ecologistas que buscan una forma de autogestión, la integración de grupos sociales excluidos y el desarrollo de comunidades. Es en EE.UU donde emergen con más fuerza a partir del grupo ecologista Green Guerrillas, que ocupaba solares para aprovecharlos como huertos.

Actualmente son cada vez más las personas que participan en un huerto urbano o tienen su huerta en casa. De hecho, los huertos están tomando cada vez más reconocimiento a la hora de aplicar planes de desarrollo de espacios públicos.

Ya no se ven sólo como huertas, sino también como espacios verdes, sostenibles y de ocio; lugares donde desconectar, al mismo tiempo que sirven como herramienta para la educación ambiental, el desarrollo de terapias y el entretenimiento para todos los públicos.

Para entender el papel actual de la agricultura urbana (AU) es necesaria una revisión histórica de sus funciones y características en la ciudad occidental, estudiando los motivos de su implantación, su sentido, evolución y potencialidades.

Los momentos de mayor auge de la AU están ligados a crisis económicas y energéticas, que obligan a recurrir a ella para asegurar el autoabastecimiento.

En los inicios de la ciudad industrial del XIX la AU cumple funciones de subsistencia, higiene y control social. En países como Gran Bretaña, Alemania o Francia las autoridades locales y las grandes fábricas se ven obligadas a ofrecer terrenos a los trabajadores para completar sus recursos y mejorar las condiciones de vida en los barrios obreros.

En la primera mitad del siglo XX la AU aparece ligada a las guerras mundiales, su función es de subsistencia y patriótica, de apoyo a la economía de guerra y a los procesos de posguerra. Se desarrollan programas gubernamentales y campañas de fomento de la AU, como Dig for Victory en Gran Bretaña, o Victory Gardens en Estados Unidos.

A partir de los años 70 los proyectos de AU cumplen funciones de desarrollo local, integración social y educación ambiental, y son lideradas por organizaciones comunitarias y ecologistas.

En el momento actual la AU tiene la potencialidad de ser un instrumento de mejora ambiental y social, colaborando en la sostenibilidad urbana, la lucha contra el cambio climático, la calidad de vida y la creación de ciudades a escala humana.

Palabras clave: rehabilitación urbana, autonomía alimentaria, metabolismo urbano, calidad de vida.

 

 

Desde sus inicios la ciudad ha estado estrechamente relacionada con la agricultura, remontándonos a sus orígenes, los primeros asentamientos humanos sedentarios en el Neolítico aparecen ligados al desarrollo de la técnica agrícola, y no se pueden entender los unos sin la otra. Esa fue la primera gran revolución urbana de la historia, desde entonces las cosas han cambiado mucho, la ciudad ha ido ocupando, degradando y distanciando el campo, cada vez están más lejos los tiempos en los que los alimentos dependían de la producción local y de la disponibilidad estacional.

Durante la revolución industrial las ciudades crecieron para albergar la emigración de trabajadores que llegan de las áreas rurales para trabajar en las nuevas fábricas. Paradójicamente para que la vida en los suburbios obreros sea tolerable se demuestra necesaria la incorporación de un reducto de la vida en el campo: la posibilidad de cultivar alimentos para autoconsumo. Desde este momento los huertos aparecerán recurrentemente como herramientas fundamentales de las estrategias de subsistencia en momentos de crisis a lo largo de toda la historia de las ciudades.

La situación actual vuelve a plantear a las ciudades (al planeta) el reto de la subsistencia, en este caso nos enfrentamos a una crisis energética, ecológica y económica de escala global. El cambio climático, el peak oil, el desmoronamiento del sistema financiero, las crisis alimentarias… hacen urgente replantear el sistema económico, los valores de la sociedad, los estilos de vida y el sistema espacial que refleja todo ello: las infraestructuras del transporte, el modelo urbano y la gestión del territorio.

Los huertos urbanos históricamente han jugado un papel de respuesta urgente ante el colapso, pero sin tener que llegar a ese punto podrían ser parte de una estrategia más amplia que intente revertir la insostenibilidad del modelo. Para ello la ciudad debe considerarse desde una perspectiva sistémica, atendiendo a los ciclos del metabolismo urbano, al contexto territorial y a los procesos culturales e identitarios de las sociedades que las habitan.

Y debe atender a estos procesos no aisladamente sino teniendo en cuenta las relaciones y sinergias que se producen entre ellos, como el único modo de incidir de manera efectiva en una regeneración urbana ecológica, que debería ser la siguiente gran revolución urbana.

A continuación se revisará en la historia de la ciudad occidental las circunstancias en las que se ha recurrido a los huertos como instrumento de resiliencia urbana y las funciones que han cumplido en sus momentos de auge, de cara a reflexionar sobre su aplicación en el contexto actual.

Huertos para pobres – Poor Gardens

En la ciudad industrial del XIX y principios del XX, las principales funciones de los huertos urbanos son la subsistencia, la salud, la “moralidad” y la estabilidad social. Fomentados por asociaciones benéficas, por la iglesia, por humanistas e higienistas demuestran ser un instrumento adecuado para proporcionar recursos a los más necesitados, a la vez que controlan el exceso de autonomía mediante normas y condiciones, con un marcado carácter político, moral o religioso. Como ocurrirá en una dimensión más amplia en las company-towns (que también incluían parcelas de huerto en cada casa), la visión paternalista de los empresarios está acompañada del intento de controlar los hábitos de vida y la moral de los trabajadores y alejarlos del incipiente movimiento obrero o de prácticas de autonomía. Así se establecerían distintas medidas para evitar que los huertos proporcionen una alternativa al trabajo asalariado, controlando su tamaño, estableciendo planes y rotaciones de cultivo y prohibiendo la venta de la producción, que sólo podía destinarse al autoconsumo.

El origen de los huertos para pobres se sitúa en ámbitos rurales siglos antes de la Revolución Industrial, y se puede ilustrar con el proceso de cercamiento en Reino Unido, que se inicia en el siglo XVIII, con una serie de leyes (Enclosure Acts) que privatizan los terrenos comunales (entre 1700 y 1860 se cercaron 5 millones de acres de terreno, unos 2 millones de hectáreas (King, 2007), provocando el aumento de la pobreza, y obligando al desarrollo de Leyes, subsidios y ayudas.

Algunos miembros de la iglesia y grandes propietarios de suelo se muestran partidarios a ceder terreno a los campesinos sin tierra, con los argumentos de que esto ayudaría a reducir el crimen y la inmoralidad, reduciría los subsidios a los pobres y contendría la emigración a las ciudades industriales. La provisión de huertos era voluntaria, a pesar de que se intentó legislar sin éxito durante el siglo XVIII, y los propietarios de los terrenos establecían condiciones como la asistencia regular a la iglesia, la educación de la familia en la decencia y las buenas costumbres, y la expulsión en caso de comportamientos o convicciones consideradas criminales (King, 2007). Una ley de 1819, (Select Vestries Act), da a los párrocos y supervisores de las Leyes contra la pobreza la autoridad para alquilar terrenos a los desempleados. A partir de esta ley se comienzan a desarrollar allotments de menor tamaño en las ciudades (en la periferia o en terrenos sin desarrollar en el centro). A lo largo del siglo XIX irá disminuyendo el número de allotments rurales y se convertirán en un fenómeno mayoritariamente urbano. Se pasa también, a medida que su número aumenta y el acceso a ellos está más extendido, desde la reclamación de más espacios de cultivo a las protestas por los alquileres, que al estar en manos de propietarios privados, son mucho más altos que los de terrenos agrícolas (King, 2007).

Es a finales del siglo XIX cuando por primera vez una ley (Allotments Act, 1887 y 1908) obliga a las autoridades locales a proporcionar a los obreros terrenos para el cultivo. Reino Unido había pasado de los aproximadamente 100.000 allotments existentes en el año 1850, a los 244.260 en el año 1873 y a 448.586 en 1890 (Spudić, 2007). Desde entonces sucesivas leyes en distintos países europeos irán regulando las condiciones de cesión, los alquileres, los derechos y obligaciones de la administración pública y de los hortelanos.

En Alemania surge, en 1864, la que se considera la primera asociación de huertos, conocidos como schrebergarten en este país, fue creada en Leipzig para reclamar jardines dentro de la ciudad, entendidos como espacios de juego y educación, siguiendo las ideas del doctor D.G.M. Schreber, médico y profesor universitario, que llamó la atención sobre las nefastas consecuencias sociales

que estaba causando el crecimiento urbano industrial y la necesidad de que los niños de las ciudades tuvieran lugares donde respirar aire fresco y hacer ejercicio. En el primer terreno que consigue la asociación se delimita una parte de huerto que será mantenido por los niños, sin embargo, pronto se hace patente que el trabajo es demasiado duro para ellos y serán las familias las que se hagan cargo de los cultivos. La iniciativa se extiende rápidamente por otras ciudades, apoyada en la formación de asociaciones.

En Francia y Bélgica el movimiento de huertos obreros (jardin ouvriers) se debe a la iniciativa de dos sacerdotes franceses, Lemire y Gruel, y un editor belga, J. Goemare, que en 1896 fundan la Ligue Française du Coin de Terre, y tres años más tarde su homóloga belga, en 1910 existían en Francia 17.000 huertos y 2.000 en Bélgica. El principal beneficio que sus promotores destacan de los huertos sería la defensa del orden social, al alejar a los trabajadores de las tabernas y los clubs sociales y al fomentar las actividades en familia. En estos países el movimiento tiene un marcado carácter religioso y antirrevolucionario, como ejemplo el título del manifiesto fundacional de la Liga belga de jardines para obreros (1896): Plus de socialistes! (no más socialistas!) (Van Molle y Segers, 2008).

La misma coyuntura de precariedad social que se vivía en los suburbios obreros europeos sirve de contexto a la aparición de los huertos para pobres en los Estados Unidos. A raíz de la depresión económica de 1893, el alcalde de Detroit, H.S. Pingree lanza un programa de cultivo en terrenos vacíos de la ciudad que cede a los desempleados, (unas 1000 familias se beneficiaron del programa) que así podrían cultivar sus alimentos, principalmente patatas judías y nabos. Estos terrenos fueron conocidos como Pingree Potato Patchs (parcelas de patatas), y la iniciativa fue replicada en los siguientes años en otras ciudades, como Buffalo (con más de 2000 familias), Minneapolis, Denver o Chicago. Se recurrió nuevamente a esta medida en la Gran Depresión (1929-1935), periodo en el que se denominaron Relief Gardens (huertos de emergencia).

 

Huertos de guerra – War Gardens

En la primera mitad del siglo XX la historia de los huertos urbanos está ligada a las grandes guerras, durante las que las ciudades tuvieron que adaptarse a la falta de medios e introducir en su seno procesos productivos para abastecerse de bienes de primera necesidad. En estos momentos la agricultura urbana es un medio de subsistencia y a la vez cumple una función patriótica, fomentando la colaboración de toda la sociedad en el mantenimiento de la economía de guerra.

La dificultad de importar alimentos debido a la inseguridad en el transporte a larga distancia hace que el cultivo dentro de las ciudades y en los entornos próximos sea imprescindible para la subsistencia urbana. Contando con los alimentos producidos localmente se pueden destinar los barcos y el ferrocarril al envío de alimentos, armas y municiones a las tropas.

En la I Guerra Mundial se comienzan a ensayar estas experiencias en Reino Unido, que duplica el número huertos urbanos en este periodo, pasando de 600.000 en 1913 a 1.500.000 en 1918 (Spudić, 2007). En los primeros años de la guerra no hubo problemas de abastecimiento, el Reino Unido importaba alimentos principalmente de Estados Unidos y Canadá, sin embargo en 1916 Alemania comenzó a atacar con sus submarinos a los barcos mercantes, lo que provocó una gran escasez de alimentos y carbón a pesar de que se inició un programa de racionamiento. El Ministerio de Agricultura realiza en 1915 la identificación de las áreas que pueden destinarse a cultivo, y las reclama el año siguiente. Los huertos estarán en funcionamiento hasta el final de la cosecha de 1919, cuando se destinan nuevamente al uso de parques, jardines y áreas deportivas.

En el contexto de guerra las mujeres se hacen cargo de los trabajos que los hombres han dejado al marchar al frente, se ocupan de fabricación de armas y municiones, repuestos para transportes de guerra, y también de la agricultura. Así se establecen en 1915 las milicias de mujeres agricultoras, la Women’s Land Army. 20.000 mujeres, conocidas popularmente como Land Lassies trabajaron en el campo durante la guerra (llegarían a las 80.000 en la Segunda Guerra Mundial), trasladándose a vivir a granjas familiares o a albergues desde los que acudían en bicicleta o en camionetas a los campos de cultivo.

También en Alemania se recurre a los huertos urbanos como complemento al racionamiento, y como refugio ante los bombardeos (en el modelo alemán se permitía la construcción de pabellones, al contrario que en los allotments ingleses), el gobierno alemán aprueba diversos Decretos de Emergencia para preservar los huertos urbanos y evitar la subida de sus alquileres.

En Estados Unidos, aunque los efectos directos de la guerra no se sentían con igual intensidad que en Europa la agricultura urbana sirvió para destinar recursos al comercio bélico (envío de armas, munición y comida a los países aliados). En 1917 el Comité de Jardines de Guerra contabilizó 3.500.000 de huertos en Estados Unidos” (Bassett 63-70)

El gobierno federal impulsa tres programas: la campaña de Huertos para la Libertad (Liberty Gardens), las milicias de huertos escolares (US School Garden Army) y las milicias de mujeres (Woman’s Land Army of America), a las que se unen entre 15.000 y 20.000 ciudadanas (más de 2 millones en la Segunda Guerra Mundial), en su mayor parte jóvenes solteras de clase media con estudios, que serán conocidas como las farmerettes. Estas mujeres se trasladaron a los campos de cultivo, vivían en casas y tiendas de campaña, organizadas en una estructura paramilitar, y aparte de las labores agrícolas en los campos realizaban actividades de formación y comunicación (con la edición de un boletín, por ejemplo); y consiguieron grandes avances laborales, como salarios iguales a los de los hombres, una jornada de ocho horas y un seguro. Las milicias de mujeres demostraron su capacidad de auto organizarse y sacar adelante las explotaciones, frente a las voces que consideraban que no serían capaces de hacer un trabajo tan arduo, y que aceptaban la situación como excepcional, recordando que tenía sentido sólo hasta “que los chicos regresen”, en palabras de una de las participantes: ““We did not break down or get sick or sun struck…We went home serene and brown and strong.”

(No sufrimos un colapso, ni enfermamos ni nos dio una insolación… Volvimos a casa serenas, morenas y fuertes.” (Hayden-Smith, 2008).

Y efectivamente con la llegada de los veteranos tras la guerra la WLA se fue desmovilizando. Las milicias de agricultoras contribuyeron al impulso final del movimiento de derechos de las mujeres, no en balde uno de los grupos y asociaciones de base que organizaban el programa era el Woman’s Suffrage Party (Partido Sufragista). Tras la guerra el derecho al voto se logrará finalmente en 1920.

Es en la Segunda Guerra Mundial cuando se vuelca un inmenso esfuerzo en el cultivo urbano, los gobiernos crean comités específicos que desarrollan campañas de fomento de la agricultura urbana, como Dig for Victory (Cavad por la victoria) lanzado por el Departamento de Planificación de Alimentos en 1940 en Reino Unido y Victory Gardens (Huertos de la Victoria) iniciado por La War Food Administration en Estados Unidos. Con el fin de concienciar y educar a los ciudadanos en el cultivo de huertos de guerra se realizan boletines educativos, programas de radio y películas formativas, en los que se explica cómo preparar los terrenos y cultivar, cómo alimentar a cerdos o gallinas con restos de la cocina, o las mejores recetas para aprovechar al máximos los alimentos… Se crean incluso personajes de dibujos animados (Potato Peter y Dr. Carrot en Reino Unido) y comics (Superman, o el pato Donald aparecen en ellos cultivando huertos urbanos) que animan a los niños a participar en las milicias de plantación.

En Londres cualquier espacio libre dentro de las ciudades es aprovechado para plantar: jardines particulares, terrenos deportivos, parques (Hyde Park contaba con una granja de cerdos), incluso los socavones que dejan las bombas al caer (como ocurrió en el patio de la catedral de Westminster). Durante la guerra en Reino Unido se llegan a cultivar 1.750.000 allotments, en 1945 se considera que se han ocupado todos los terrenos que podrían servir a este propósito y se centran los esfuerzos en hacer el mejor uso de ellos y aumentar la producción (llegaron a producir la mitad del consumo total de alimento, más de 1 millón de toneladas).

En Estados Unidos el cultivo urbano y la realización de conservas caseras supusieron un gran ahorro en materiales y en transporte, el programa reunió a 5.500.000 participantes, con 20.000.000 de parcelas de cultivo, que llegaron a producir 10.000.000 de toneladas de fruta y verdura.

Mientras en Francia se suspende la publicación de la revista “Jardin Ouvrier de France”, por presiones derivadas de la ocupación nazi, en Alemania los huertos se convierten en un símbolo ideológico, “mediante los huertos urbanos el ciudadano alemán racialmente puro puede entrar en contacto con la tierra en la que ha nacido, con el buen terreno que ha forjado a su raza”. El partido (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) se hace cargo de los huertos y las asociaciones pierden su funcionamiento democrático, sólo los alemanes de origen ario podrán optar al cultivo de un huerto (Van Molle y Segers, 2008).

Tras la II Guerra Mundial las ciudades occidentales, en lugar de poner en valor estas experiencias que habían sido fundamentales para su subsistencia, inician una reconstrucción que no deja espacio para actividades productivas de este tipo. El modelo se basará de nuevo en el transporte a larga distancia de los alimentos.

Huertos comunitarios – Community Gardens

Será en la década de los setenta cuando los jardines y huertos urbanos resurjan en Estados Unidos, en un contexto de crisis de la energía, recesión económica, desindustrialización y sub urbanización, en el que se estaban produciendo procesos de degradación y abandono de espacios residenciales en el centro de las ciudades americanas, especialmente en los barrios de bajos recursos. Los huertos se utilizan como herramienta de apoyo comunitario, en relación la calidad ambiental, la cohesión social y la educación. Son impulsados desde colectivos de base comunitaria y se conciben sobre las bases teóricas de la contracultura y el ecologismo.

 

 

Una de las iniciativas más potentes en este sentido nace en estos años en Nueva York, se conocería como Green Guerrilla, sus primeras acciones fueron el “bombardeo” de solares abandonados, con bolas de arcilla y semillas que lanzaban por encima de las vallas, con el fin de llamar la atención sobre estos espacios y embellecerlos mínimamente. El siguiente paso fue ocupar solares para cultivarlos, el primero de ellos, en Manhattan, fue desalojado rápidamente, el segundo intento, llamado “Liz Christy Community Garden” también estuvo amenazado de desalojo, pero finalmente la presión popular hizo que el ayuntamiento cediese el terreno en alquiler y aún hoy puede visitarse. El éxito de este movimiento fue tal que el ayuntamiento llegó a crear una Agencia Municipal (Green Thomb) que gestionaba la cesión de terrenos públicos para jardines y huertos comunitarios.

También en Europa se desarrollan iniciativas análogas en los años setenta, primero en Países Bajos y posteriormente en Gran Bretaña el movimiento de Granjas Urbanas y Jardines Comunitarios (City Farms and Comnunity Gardens) surge en estos años y desarrolla proyectos no sólo de huertos sino también de cría de animales de granja y caballos en entornos urbanos, incorporando una fuerte carga de educación ambiental a través de actividades orientadas a los niños, como talleres o teatro.

Las inquietudes ecologistas llegan también a la estructura tradicional de los allotments, según Van Molle y Segers (2008), en la publicación de la Liga Belga los primeros artículos sobre sistemas de cultivo ecológico y orgánico aparecen en estos años, aunque este interés no se refleja en los estatutos de las asociaciones o en la legislación.

Los huertos del siglo XXI

En las ciudades occidentales contemporáneas la agricultura urbana cumple funciones principalmente de educación ambiental y alimentaria, terapéuticas, de ocio, de fortalecimiento comunitario y en algunos casos de creación de empleo.

Desde su repunte en los años setenta los huertos urbanos han persistido a duras penas, y han llegado a considerarse un entretenimiento para jubilados o hippies o en el mejor de los casos un mero instrumento de inserción social. Las preocupaciones sociales más recientes relacionadas con la alimentación o con la calidad ambiental dentro de las ciudades, han llevado a que crezca el interés de todo tipo de personas sobre estos espacios, y podemos afirmar que estamos asistiendo al resurgir de un movimiento.

En primer lugar encontramos numerosas experiencias en las que los huertos urbanos son entendidos como una oportunidad de contacto con la naturaleza, como excelentes espacios de educación ambiental, de aumento de la biodiversidad y de respuesta a la preocupación por la calidad de los alimentos.

En Reino Unido en los últimos años se está produciendo la revitalización de los huertos urbanos incluidos en una estrategia más amplia de fomento de la agricultura ecológica de proximidad. En los años 80 y 90 el aumento del precio del suelo hizo que muchos gobiernos locales vendieran terrenos de allotments, pasando de los 1.100.000 existentes en 1950, a los 296.000 contabilizados en 1997 (Spudić, 2007). Sin embargo en los últimos años las solicitudes de parcelas han crecido espectacularmente, superando con creces los espacios disponibles y generando listas de espera que pueden ser de hasta 10 años1, así en el 97 la sobredemanda era sólo del 4%, mientras en 2008 alcanzaba el 49%, y en 2009 el 59% (Campbell, 2009). Las granjas urbanas y jardines comunitarios se han mantenido más estables, y en los últimos años han diversificado sus funciones incluyendo la venta de verduras y hortalizas, carne, huevos, leche, queso o miel.

 

 

 

 

El repunte actual de los huertos urbanos se ve apoyado por múltiples redes, plataformas y asociaciones, que llevan a cabo iniciativas y campañas de aumento de los espacios de cultivo, en algunos casos con el apoyo económico del Gobierno Metropolitano (Greater London Authority) como London 2012 Capital Growth, que tiene el objetivo de crear 2012 nuevos huertos urbanos para el año 2012; o la campaña de National Trust Grow your own, que pone parcelas de cultivo a disposición del público, y ofrece el asesoramiento técnico de la Royal Horticultural Society. Otros programas se centran en la alimentación y en el consumo de productos locales, como Making Local Food Work, que subvenciona a empresas sociales y cooperativas de cultivo y consumo, mercados ecológicos, etc.; o Sustain (Alliance for better food and farming), formada por un centenar de asociaciones, fundaciones y otras entidades sin ánimo de lucro.

Objetivo

Fomentar el cultivo de algunos alimentos que nos brindan vitaminas y minerales de mejor calidad.

 

Justificación

Fomentar el cultivo de nuestros vegetales nos proporciona una mejor calidad de vida y eleva el promedio de la misma con un ascenso de hasta 75 a 85 años.

También fomentamos el cuidado de la salud y el medio ambiente, así evitamos enfermedades que hoy en día surgen por el uso excesivo de pesticidas y la utilización de aguas negras para el riego de las mismas.

Este tema me gustó mucho porque voy a aprender a sembrar plantas, flores y algunas hierbas que mi mamá utiliza para cocinar.

 

Hipótesis

Si hacemos un huerto en casa entonces tendremos un ahorro en el gasto económico de nuestros alimentos y serán más saludables.

 

Método (materiales y procedimiento)

Para comenzar un delicioso jardín casero con hierbas, lo principal es escoger el lugar perfecto para tu nuevo proyecto. Como todas las plantas, la luz solar es primordial para su desarrollo y crecimiento. Tienes que buscar un lugar donde tu nuevo jardín reciba buena luz del sol durante gran parte del día. Preferiblemente luz directa o filtrada.

EL SOL

Se recomienda que el jardín reciba por lo menos seis horas de sol al día. Todas las plantas son diferentes, unas necesitan más sol, otras menos, pero seis horas es una medida promedio para casi todas las hierbas caseras. Las hierbas, por lo regular no soportan los climas extremos, sobre todo el frío, por lo que se recomienda se haga la siembra en primavera o verano, y el jardín se mantenga en áreas que no esté expuesto a calores intensos o fríos extremos.

EL TERRENO

Digamos que ya has encontrado el lugar perfecto, ya sea fuera de la casa, en el balcón o cerca de la ventana de tu apartamento. El próximo paso es la base de crecimiento para todas las plantas, la tierra. Estas deliciosas plantas necesitan una buena cama, no para dormir, sino para todo lo contrario, crecer y estirarse. Si escoges tener tu huerto en una maceta o tiesto y no directo en la tierra del patio, es importante que la tierra que compres mantenga buen drenaje, o sea que la maceta no acumule agua en el fondo, la acumulación de agua hace que estas plantas se pudran rápidamente, la mayoría de las macetas ya vienen con agujeros en el fondo y un plato para que el drenaje sea efectivo.

Si escoges sembrarlas directamente en la tierra de tu patio, comienza con un área de un tamaño manejable, esto en lo que agarras el piso, recuerda el refrán, “El que mucho abarca, poco aprieta”. Puedes marcar los bordes de tu nuevo jardín con piedras o pequeños palitos, así sabrás cuanta tierra nueva y fértil vas a necesitar. Recuerda que las plantas en el exterior son más vulnerables a insectos y la tierra que ya existe en tu jardín puede esconder algunos. Por eso es recomendable remover la tierra existente y agregar tierra nueva y fértil donde vayas a sembrar tus hierbas.

SEMILLAS Y PLANTAS

Entre las hierbas de más fácil cultivo se encuentra la menta, la albahaca, el orégano, el tomillo y el romero. Estas son hierbas que tienen muchísimos usos en la cocina, además de agregar un aroma delicioso.

Si ya tienes el terreno listo, puedes comenzar con el cultivo de tus hierbas. El primer paso es buscar las semillas o plantas

Si escoges sembrar semillas, es importante que estas queden enterradas en la tierra aproximadamente a una pulgada de la superficie. Si las entierras demasiado se pueden pudrir, si las dejas muy en la superficie se pueden secar y nunca desarrollarse. Nunca aplastes la tierra que echas sobre la semilla, esta debe quedar un poco suelta para que luego la planta no tenga problemas en subir a la superficie.

Los sobres con semillas por lo regular especifican los detalles para sembrar cada hierba, son fáciles de leer y hace la diferencia a la hora de cosechar un jardín con éxito. En muchos lugares donde venden semillas, también puedes conseguir bandejas de crecimiento llamadas “nursery”. Son bandejas especialmente preparadas para que las semillas se desarrollen antes de que ser transplantadas al jardín. Por lo general son económicas y fáciles de usar.

Si escoges comprar las hierbas ya crecidas, procura que las hojas y ramas estén saludables, no hay que ser un experto para ver que una planta está libre de insectos, hongos o si está falta de nutrientes. Si tienes duda, busca un paquete de semillas de la misma planta y mira la foto en la etiqueta, de seguro muestran un ejemplo de cómo se deber ver esta planta en todo su esplendor. Una vez la lleves a casa, humedece en terreno, haz un boquete y siembra.

RIEGO Y FERTILIZANTES

Si compraste tierra nueva con fertilizantes, no tienes que abonar la tierra en unas semanas, lo importante ahora es mantener el terreno levemente húmedo para que tus nuevas semillas puedan crecer y para que las raíces de tus plantas recién sembradas agarren terreno. Usa una botella para rociar o atomizador, rocía el terreno, no las plantas u hojas, recuerda que ellas absorben por las raíces, no las hojas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Galería Método

Resultados

Observe el crecimiento de las semillas que cultive, crecían poco a poco y en pocos días las plantas comenzaron a observarse.

 

Galería Resultados

Discusión

Conclusiones

A lo largo de este proyecto se han conseguido los objetivos y contenidos propuestos al comienzo de éste. Éstos se han relacionado directamente con los contenidos transversales de educación ambiental, como el cuidado y respeto de los seres vivos, y educación para la salud, como alimentación saludable principalmente.

 

Bibliografía

http://www.planetahuerto.es/guias/guia-de-iniciacion-al-huerto-en-casa/que-necesito-para-tener-un-huerto-en-casa

 

http://www.planetahuerto.es/revista/5-cultivos-faciles-para-empezar-un-huerto-en-casa_00057

 

http://www.agrohuerto.com/crea-tu-propio-huerto-ecologico-en-casa-2/

https://agricultordeazotea.wordpress.com/2012/09/29/introduccion-a-los-huertos-caseros/

 



«UN PEQUEÑO HUERTO EN CASA»


«UN PEQUEÑO HUERTO EN CASA»

Summary

Research Question

Problem approach

Background

Objective

Justification

Hypothesis

Method (materials and procedure)

Results

Discussion

Conclusions

Bibliography