Medicina y Salud

Daños a la salud que causa el consumo excesivo de azúcar.

  • Categoría: Pandilla Petit, (preescolar y 1ro. y 2do. año de primaria)
  • Área de participación: Medicina y Salud
  • Asesor: ROSALIA ORNELAS ENRÍQUEZ
  • Autor: ILYITCH GARCIA DUBON ()

Resumen

El azúcar es una sustancia compuesta por sacarosa que es un carbohidrato simple que esta compuesto por 12 átomos de carbono, 22 de hidrógeno y 11 de oxígeno. Con una larga historia que nos remonta a miles de años atrás cuando era usada para bebidas utilizadas en ritos y ceremonias de carácter religioso.

En la actualidad su consumo en exceso es uno de los principales causantes de una serie de enfermedades.

Pregunta de Investigación

¿Qué daños al organismo son causados por el consumo excesivo de azúcar?

Planteamiento del Problema

El alto consumo de azúcar conlleva diversos problemas de salud que se han identificado a lo largo de los años, diabetes, obesidad y sobrepeso problemas digestivos, dentales y del estado de ánimo por mencionar algunos. Debido a ello el conocimiento desde la infancia de estos problemas será determinante en la toma de conciencia de los hábitos alimenticios que se han de establecer y cambiar de paradigmas nutricionales lo que nos llevara a preferir algunos alimentos por encima de las azucares procesadas, que no traen beneficios y si muchas enfermedades.

Antecedentes

Cuando un químico dice “azúcar”, se refiere a una amplia gama de sustancias, no sólo a la que usamos para endulzarnos el café. Para el químico son ejemplos de azúcares los monosacáridos (o azúcares simples) glucosa, fructosa (ambas presentes en las frutas o elaboradas industrialmente) y galactosa, así como los disacáridos sacarosa (nuestro azúcar de mesa, obtenido de la caña y compuesto de glucosa y fructosa), lactosa (el azúcar de la leche, compuesto de glucosa y galactosa) y maltosa (obtenida del almidón y compuesta de dos moléculas de glucosa). Tanta variedad causa confusión en los legos.

La glucosa, la fructosa y la galactosa, por ser azúcares simples, las asimilamos sin necesidad de que sean procesadas en el sistema digestivo y por lo tanto pasan rápidamente al torrente sanguíneo. Los disacáridos requieren ser digeridos ya que las dos moléculas de azúcar están unidas químicamente: la lactosa de la leche es particularmente difícil de digerir. Cuando un gran número de moléculas de glucosa están químicamente unidas, como en el almidón de los cereales o la fructosa en la inulina de las plantas, para que el azúcar se haga disponible, se requiere de un proceso de digestión más complejo.

El azúcar en este caso es el producto sólido obtenido por cristalización de la sacarosa (C12H22O11) contenida en los jugos de la caña de azúcar, de la remolacha azucarera o de otras especies vegetales mediante procesos industriales apropiados y específicos.

Existen diversos tipos de azúcar como:

Azúcar crudo o mascabado. Es el producto sólido derivado de la caña de azúcar, constituido esencialmente por cristales sueltos de sacarosa, que se encuentran cubiertos por una película de su miel madre, en una concentración mínima de 96 % de polarización. Este tipo de azúcar se obtiene mediante proceso industrial conformado de las operaciones unitarias de extracción, clarificación, evaporación, cristalización y centrifugación.

Azúcar Estándar. Producto sólido derivado de la caña de azúcar, constituido esencialmente por cristales sueltos de sacarosa, en una concentración mínima de 99.40 % de polarización. Este tipo de azúcar se obtiene mediante proceso similar al utilizado para producir azúcar crudo (mascabado), aplicando variantes en las etapas de clarificación y centrifugación, con el fin de conseguir la calidad del producto deseada.

Azúcar Refinada. Producto sólido derivado de la caña de azúcar, constituido esencialmente por cristales sueltos de sacarosa, en una concentración mínima de 99,90 % de polarización. Este tipo de azúcar se obtiene sometiendo el azúcar crudo (mascabado) o estándar a proceso de refinación.

Azúcar Blanco Especial. Producto sólido derivado de la caña de azúcar, constituido esencialmente por cristales sueltos de sacarosa, en una concentración mínima de 99,70 % de polarización. Este tipo de azúcar se obtiene mediante proceso similar al utilizado para producir azúcar crudo (mascabado) y estándar, optimizando las etapas de clarificación y centrifugación, para alcanzar la calidad deseada.

Al principio, en la isla de Nueva Guinea, donde hace unos 10.000 años se domesticó la caña de azúcar, la gente cogía las cañas y masticaba el tallo hasta sentir la dulzura en la lengua. El azúcar era una especie de elixir, la cura de todos los males, y ocupaba un lugar destacado en los antiguos mitos de la isla, como el que relataba que la unión entre el primer hombre y una caña de azúcar dio origen a la raza humana. En las ceremonias religiosas los sacerdotes bebían agua azucarada en cocos vaciados, una bebida que en los ritos sagrados ha sido reemplazada por latas de Coca-Cola.

El azúcar se extendió lentamente de isla en isla hasta llegar al continente asiático en torno al año 1000 a.C. Hacia el 500 de nuestra era ya se molía en la India, donde se usaba para curar el dolor de cabeza, los espasmos estomacales y la impotencia. Durante años el refino del azúcar fue una ciencia secreta, transmitida por los maestros a sus aprendices. Hacia el año 600 el arte llegó a Persia, donde los gobernantes agasajaban a sus huéspedes con dulces. Después de que los árabes conquistaran la región, estos llevaron consigo la afición por el azúcar. Fue como tirar pintura en un ventilador: el azúcar se esparció por todas partes donde se rendía culto a Alá. En el siglo X la caña se cultivaba en toda la cuenca mediterránea, en especial en Siria-Palestina, Egipto, Sicilia, Chipre, Marruecos y Al-Andalus. «Dondequiera que fueron, los árabes llevaron el azúcar y la tecnología para su producción –escribe Sidney Mintz en su libro Dulzura y poder–. El azúcar siguió al Corán en su difusión.»

Los califas musulmanes convirtieron el azúcar en un espectáculo. Pusieron de moda el mazapán, una pasta de almendras molidas y azúcar modelada con formas extravagantes que exhibían la riqueza del Estado. Un autor del siglo XV describe una mezquita hecha de mazapán por encargo del califa, que estaba abierta a la oración de los fieles y era admirada por los visitantes y devorada por los pobres. Los árabes perfeccionaron el refino del azúcar y lo convirtieron en una industria, en la que el trabajo era tremendamente duro: el calor en los campos, la laboriosa zafra, el humo en los hervideros, el apiñamiento en los molinos. Hacia 1500, cuando la demanda se disparó, solo los últimos en la escala social accedían a ese trabajo. Muchos eran prisioneros de guerra, europeos del este capturados en los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes.

Quizá los primeros europeos en aficionarse al azúcar fueron los cruzados británicos y franceses que viajaron a Oriente para arrebatar Tierra Santa a los infieles. Volvieron llenos de sensaciones y cargados de historias relacionadas con el azúcar. Como la caña no alcanza su productividad máxima en los climas templados (necesita calor y lluvias tropicales para prosperar), el primer mercado europeo dependía del pequeño comercio musulmán, por lo que solo la nobleza consumía el azúcar que llegaba a Occidente, don­de era tan raro que se consideraba una especia. Sin embargo, la expansión del Imperio otomano en el siglo XV dificultó el comercio con Oriente. Para la aristocracia occidental que había caído rendida al hechizo del azúcar quedaban pocas opciones: comerciar con los pequeños productores del sur de Europa, derrotar a los turcos o encontrar nuevos suministros.

Los libros de texto hablan de la era de los descubrimientos para referirse a la época de búsqueda de territorios que impulsó a los europeos a dar la vuelta al mundo. En buena medida se trataba de buscar suelos adecuados para cultivar caña de azúcar. En 1425 el príncipe portugués conocido como Enrique el Navegante envió la planta a Madeira con uno de los primeros grupos de colonos. La caña de azúcar no tardó en crecer también en otras islas del Atlántico recién descubiertas: las Canarias y las de Cabo Verde. Cuando en 1493 Cristóbal Colón emprendió su segundo viaje al Nuevo Mundo, también zarpó con la planta en sus bodegas. Así empezó el gran apogeo del azúcar, una época de islas caribeñas y plantaciones con mano de obra esclava, que con el tiempo conduciría a las grandes refinerías en las afueras de ciudades de cristal y hormigón, al consumo masivo y a los niños y padres obesos.

Colón plantó los primeros cañaverales del Nuevo Mundo en la isla de La Española, y quizá no fue por casualidad que siglos después estallara allí la primera gran re­­vuelta de esclavos. En pocos decenios los ingenios de azúcar jalonaban los promontorios de Cuba y Jamaica, donde se taló el bosque lluvioso y la población nativa fue eliminada por la enfermedad o por la guerra, o fue esclavizada. Los portugueses desarrollaron el modelo productivo más eficaz, lo que determinó el temprano auge de su colonia, Brasil, donde más de 100.000 esclavos producían toneladas de azúcar.

A medida que se plantaban más cañaverales, el precio del azúcar caía y, en consecuencia, au­­mentaba la demanda. Los economistas lo llaman «círculo virtuoso». A mediados del siglo XVII el azúcar dejó de ser una especia de lujo para convertirse poco a poco en un alimento básico, primero de la clase media y después de los pobres.

En el siglo XVIII el matrimonio entre el azúcar y la esclavitud ya era indisoluble. Cada pocos años se colonizaba una nueva isla (Puerto Rico, Trinidad…), se talaban sus bosques y se plantaban cañaverales. Cuando los nativos morían, los amos de las plantaciones los sustituían por esclavos africanos. Tras la zafra y el refino, el azúcar se cargaba en las bodegas de los barcos y viajaba a Londres, Ámsterdam, París, donde se cambiaba por productos manufacturados, que a su vez se enviaban a la costa occidental de África para comprar con ellos más esclavos y volver a las islas. La travesía del Atlántico, donde murieron millones de africanos, era el lado sangriento de este «comercio triangular». Hasta que Gran Bretaña prohibió el tráfico de esclavos en 1807, más de 11 millones de africanos fueron enviados al Nuevo Mundo, más de la mitad a las plantaciones de azúcar. Según el historiador trinitense Eric Williams, «la esclavitud no fue fruto del racismo, sino al revés: el racismo fue consecuencia de la esclavitud». En otras palabras, los africanos no fueron esclavizados porque se les considerara inferiores, sino que se les consideró inferiores para justificar la esclavitud, necesaria para que prosperase la incipiente industria del azúcar.

Los primeros colonos ingleses que desembarcaron en América lo hicieron en las costas de la actual Virginia en el año 1607. La primera isla británica del azúcar fue Barbados. Cuando arribó a sus costas el primer barco británico, el 14 de mayo de 1625, la isla estaba deshabitada, pero pronto se llenó de ingenios azucareros, fincas y chozas miserables. Al principio se producía tabaco y algodón, pero pronto la caña de azúcar desplazó a los otros cultivos, como sucedió en todas las islas del Caribe donde la plantaban. En un siglo la tierra y los acuíferos estaban agotados. Para entonces los productores más ambiciosos se marcharon de allí en busca de otra isla que explotar. En 1720 la corona del azúcar había pasado a Jamaica.

Para un africano la vida en aquellas islas era el infierno. En todo el Caribe murieron millones de ellos en los campos, en los ingenios o tratando de huir. Poco a poco Europa empezó a conocer la tragedia que se ocultaba tras ese comercio. Los reformistas propugnaron la abolición de la esclavitud, a la vez que las amas de casa boicoteaban el azúcar de caña producido con mano de obra esclava. En Cándido, de Voltaire, un esclavo que ha perdido una mano y una pierna explica su mutilación: «Cuando trabajamos en el ingenio y nos pillamos un dedo en la piedra del molino, nos cortan la mano; si intentamos huir, nos cortan una pierna; ambas cosas me han pasado. Es el precio del azúcar que coméis en Europa».

Pero el comercio siguió boyante. El azúcar era el petróleo de la época. En 1700 el inglés medio consumía 1,8 kilos al año. En 1800 la cifra había pasado a 8,2 kilos. En 1870 el consumo era ya de 21 kilos. Todavía no satisfecho, en 1900 había aumentado a 45 kilos. En ese período de 30 años la producción mundial de azúcar de caña y de remolacha pasó de 2,5 millones de toneladas anuales a 12 millones. Hoy el estadounidense medio consume 35 kilos de azúcar añadido al año, es decir, más de 22 cucharaditas al día.

Si en la actualidad uno va a Barbados, puede ver el legado del azúcar: ingenios en ruinas, man­siones decadentes, hoteles donde los turistas se atiborran de mermelada y ron, y unas pocas fábricas donde la caña aún es enviada a las prensas y donde el azúcar crudo, dulce y pegajoso, baja por las rampas. De visita en una refinería, rodeado de hombres con cascos de seguridad, leí un cartel escrito a mano. Era una oración para que Dios les enviara sabiduría, los protegiera y les diera fuerza para recoger y procesar la cosecha.

Muchos científicos sugieren que deseamos el azúcar instintivamente porque juega un rol vital en nuestra supervivencia. El sentido del gusto ha evolucionado para codiciar las moléculas esenciales para la vida como la sal, la grasa y el azúcar.

Cuando comemos, la glucosa, un azúcar simple, es absorbida desde los intestinos hacia el flujo sanguíneo y distribuida a todas las células del cuerpo.

La glucosa es particularmente importante para el cerebro ya que es el único combustible para las 100 mil millones de células nerviosas llamadas neuronas, que necesitan un abastecimiento constante del flujo sanguíneo porque no tienen la capacidad de almacenar glucosa ellas mismas.

Los científicos descubrieron que incluso el mero sabor del azúcar puede estimular al cerebro.

Algunos experimentos han demostrado que los participantes que se enjuagaban la boca con agua azucarada realizaban mejor tareas mentales que cuando hacían gárgaras con agua endulzada con edulcorante artificial.

Comer demasiada azúcar puede llevar a tener hábitos de alimentación poco saludables. Sin embargo, el azúcar puede levantar el estado de ánimo porque hace que el cuerpo segregue serotonina, la “hormona de la felicidad”, en el flujo sanguíneo.

El impulso anímico instantáneo que produce el azúcar es una de las razones por las que nos volcamos a las cosas dulces cuando queremos celebrar o cuando ansiamos un premio o un consuelo.

Pero este agradable subidón desencadena un aumento de insulina, que sirve como reguladora en los esfuerzos del cuerpo por mantener la glucosa en la sangre a un nivel normal.

Esto puede tener el efector colateral de provocar una hipoglucemia reactiva que hace que muchos deseen aún más azúcar, lo que puede conducir a un ciclo de atracones.

Nuestro cuerpo no puede distinguir entre el azúcar natural de la fruta, la miel o la leche o el azúcar procesada a partir de caña de azúcar o de remolacha.

Todas las azúcares son descompuestas en glucosa y fructosa por el organismo y se procesan en el hígado. Se convierten en glucógeno o grasa para almacenar, o se mantienen como glucosa en la sangre para ser utilizada en las células del cuerpo. Por lo tanto, es la cantidad que se consume la que hace la diferencia.

De acuerdo con el National Health Service (NHS), el servicio público de salud británico, las azúcares añadidas no deberían aportar más de 10% de la energía que obtenemos de alimentos y bebidas cada día, sin importar si proviene de jugo de frutas, miel, mermelada, gaseosas azucaradas o comida procesada.

Esto se traduce en unos 70g por día para hombres y 50g para mujeres, aunque depende mucho de la talla, edad y estado físico. 50g equivalen a 13 cucharaditas de azúcar al día, o dos latas de gaseosas u ocho galletas de chocolate.

Al hacer la compra, merece la pena recordar que un producto es alto en azúcar si contiene más de 15g en 100g y es bajo en azúcar si tiene menos de 5g en 100g.

 

Objetivo

Dar a conocer los daños en la salud que causa el consumir azúcar en exceso.

Justificación

En la actualidad los problemas de salud relacionados con el alto consumo de alimentos procesados van en aumento, enfermedades como la diabetes, obesidad y las caries están estrechamente relacionadas con el alto consumo de azúcar procesada, dar a conocer dichos problemas de salud desde la infancia temprana permitirá establecer estilos de vida saludables y dietas adecuadas para cada persona, con base en la elección informada y formada, lo que a la larga mejorara la salud y disminuirá la incidencia y prevalencia de dichas enfermedades.

Hipótesis

Si se dan a conocer los daños causados por el consumo excesivo de azúcar, entonces podemos optar por dietas más saludables.

Si tenemos una baja ingesta de azúcar entonces seremos más saludables.

Método (materiales y procedimiento)

En la década de 1960 el nutricionista británico John Yudkin hizo una serie de experimentos en animales y humanos que demostraron que una cantidad elevada de azúcar en la dieta conllevaba mayores niveles de grasa e insulina en sangre, factores de riesgo para las cardiopatías y la diabetes. Pero el mensaje de Yudkin quedó sofocado por el coro de científicos que culpaba del aumento de la obesidad y las enfermedades cardiovasculares al colesterol, causado por el exceso de grasas saturadas en la dieta.

No hay pruebas claras de que la epidemia de obesidad que afecta al mundo moderno esté directamente relacionada con el consumo de azúcar, pero sí con el exceso. Otros factores son la falta de ejercicio, que implica la acumulación de la energía de más que se ingiere con la dieta, y la falta de equilibrio en la alimentación, lo que conlleva desbalances en el consumo de otros nutrimentos. Finalmente, la obesidad también tiene un componente genético, como demuestra un estudio publicado en febrero de 2008 en el American Journal of Clinical Nutrition. Según este estudio, la obesidad puede atribuirse a factores genéticos hasta en 77%. El estudio se llevó a cabo siguiendo a 5 092 pares de gemelos y da cuenta de la complejidad del problema.

En septiembre del 2007, en Chicago, tuvo lugar como todos los años, la convención nacional de productores estadounidenses de dulces, en la que se presentaron más de 2 000 nuevos productos. Según un informe, en 2006 llegaron al mercado estadounidense 2 910 nuevos dulces. No es de extrañar que hoy el azúcar, sustancia necesaria para el organismo, se asocie no sólo con la obesidad, sino con graves problemas de salud como la diabetes, las caries, las enfermedades reumáticas, la artritis, los daños en la médula espinal y las hernias discales, las enfermedades metabólicas, los cálculos renales y la gota, el estreñimiento, la pancreatitis y muchos padecimientos más; aunque, como veremos, ésta es sólo una verdad a medias. Algunos azúcares pueden clasificarse como cariogénicos (producen caries). Hoy en día sabemos que uno de los sitios donde más vida microbiana existe en nuestro cuerpo es la boca, donde viven unos 100 millones de bacterias en cada centímetro cuadrado. Algunos de estos habitantes naturales de nuestra boca emplean la sacarosa (probablemente el más cariogénico de todos los azúcares) para producir polímeros que se adhieren a la superficie de los dientes y sirven de soporte para que se adhieran la materia orgánica y otras bacterias, lo que más tarde se transformará en la placa dental. Muchas de estas bacterias son del tipo Streptococcus, que son bacterias lácticas, denominadas así porque producen ácido láctico, uno de los ácidos orgánicos más corrosivos, que por lo mismo desmineraliza los dientes.

En la actualidad no hay duda sobre la relación directa que existe entre el consumo de azúcar y la caries dental, pero influyen también otros factores dietéticos, sociales e incluso de comportamiento, por ejemplo, la higiene bucal.

Según algunos informes, para el año 2030 el 4.4% de la población —es decir, unos 366 millones de personas— padecerá diabetes. En 2000 la cifra se ubicaba en 171 millones. El aumento predicho se atribuye fundamentalmente a cambios en los patrones de consumo y al aumento de la población de más de 65 años. Hay pruebas que sugieren una asociación entre consumir azúcar (particularmente refrescos), la obesidad y la diabetes. En un estudio publicado en septiembre de 2007 en el Journal of Nutrition, se encuentra que varios marcadores asociados con la resistencia a la insulina se ven negativamente asociados con el consumo de refrescos, lo que significa un claro riesgo de contraerla al consumirlos. La diabetes tipo II se produce cuando el cuerpo no puede producir insulina o las células no la reconocen. Entre otros factores, incluido el genético, es probable que esta enfermedad surja de mantener al páncreas en permanente estimulación para que produzca insulina a fin de que el cuerpo pueda lidiar con el alto consumo de azúcar. Por otro lado, hay una evidente relación entre azúcar y diabetes, debido sencillamente a que, como consecuencia de esta enfermedad, se acumula glucosa en la sangre. Dada esta relación, es natural asociar el consumo de azúcar tanto con la aparición de la enfermedad como con sus consecuencias: fallas renales, cataratas y endurecimiento de las arterias. Pese a todo, consumir azúcar no es suficiente para desarrollar diabetes, e incluso un diabético insulinodependiente puede tolerarla en su dieta. Los niveles de azúcar en la sangre requeridos para producir efectos como los mencionados son de tres a cuatro veces los niveles normales en un individuo saludable, que se ubican entre 0.8 y 1.1 gramos de glucosa en cada litro de sangre (80 y 110 mg/dL). Todo esto sugiere que, si bien consumir azúcar no conduce automáticamente a la diabetes, beber refrescos de manera regular aumenta el riesgo de padecerla. Pero también sugiere que este riesgo depende igualmente del estilo de vida, la dieta y el peso del individuo, y sus antecedentes familiares.

La prevalencia de sobrepeso y obesidad se ha incrementado en los últimos años en la mayoría de los denominados países industrializados y de transición. Se calcula que unos 200 millones de niños de edad escolar padecen sobrepeso y unos 50 millones obesidad según la IOTF (International Obesity Task Force), debido a la ingesta excesiva de energía obtenida a base de productos con elevado contenido energético y baja densidad nutricional, pero fundamentalmente a la incapacidad actual para compensar mediante un gasto energético adecuado. Los hidratos de carbono son macronutrientes que proporcionan energía a nuestro organismo, por lo que una ingesta excesiva de éstos puede conducirnos a los trastornos y patologías anteriormente mencionadas, aunque no hay ninguna evidencia clara de que la alteración de la proporción de hidratos de carbono totales en la dieta sea un determinante final de la ingesta energética. De lo que si que hay una creciente evidencia, es de que el consumo excesivo de bebidas azucaradas (que contienen sacarosa o una mezcla de glucosa y fructosa), junto con estilos de vida poco activos y mayor consumo de grasa total, se asocia con un consumo elevado de energía, aumento de peso corporal, y la aparición de trastornos metabólicos y cardiovasculares.

Procedimiento:

  1. Acopio de bibliografía y fuentes de información
  2. Lectura rápida del material recopilado con lo que se determinó que material era pertinente y cual no.
  3. Delimitación del tema, debido a que el tema sobre el consumo excesivo de azúcar es muy amplio se centro en los daños a la salud que causa
  4. Elaboración del esquema de trabajo, a fin de tener organizado el material
  5. Ampliación de la información sobre el tema ya delimitado.
  6. Lectura minuciosa de la bibliografía y las diversas fuentes de información.
  7. Elaboración de fichas de contenido.
  8. Organización de fichas de contenido y se revisión el esquema.
  9. Redacción del trabajo final
  10. Para dar a conocer el trabajo se elaboraron trípticos con lo más importante de la información vertida en el presente trabajo para repartir el día que se presente el mismo

Galería Método

Resultados

El incremento en el consumo de azúcar a lo largo de los años se ha relacionado con el incremento en el padecimiento y en la tasa de mortandad causada por enfermedades tales como la diabetes y la obesidad.

Galería Resultados

Discusión

Conclusiones

Al final de esta investigación podemos concluir que si bien el consumo excesivo de azúcar es el principal detonante o causante de algunas enfermedades; como la diabetes, el sobrepeso y la obesidad  dejarlo de consumir por completo también nos podría traer problemas de salud, como hipoglucemia, consumir en azúcar en exceso no es el único factor influyente, también se debe de tener en cuenta el estilo de vida, características ambientales e incluso características genéticas, por lo tanto debemos de disminuir su consumo en concordancia con desgaste calórico y energético y eso dependerá de el ritmo de vida, edad, sexo, metabolismo, actividades diarias, entre otros.

Bibliografía

Azúcar. Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/114277/Ficha_Tecnica_del_Azucar.pdf Consultado el: 23.04.18

¿Por qué el azúcar es tan adictiva? Disponible en: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/04/130403_salud_adiccion_azucar_finde_np Consultado el:23.04.18

Azúcar: hechos y mitos. Disponible en: http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/113/azucar-hechos-y-mitos Consultado el:23.04.18

Pasión por el azúcar. Disponible en: http://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/grandes-reportajes/pasion-por-el-azucar-2_7485/8 Consultado el: 23.04.18

Azúcar. Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/3092/309227005005.pdf Consultado el: 23.04.18

 



Daños a la salud que causa el consumo excesivo de azúcar.

Summary

Research Question

Problem approach

Background

Objective

Justification

Hypothesis

Method (materials and procedure)

Results

Discussion

Conclusions

Bibliography