Como hacer jabón


Categoría: Pandilla Kids (3ro., 4to., 5to. y 6to. Año de primaria)
Área de participación: Ciencias de los Materiales

Asesor: REYNA ELIZALDE GONZÁLEZ

Autor: Miguel Angel Flores Perez ()

Grado:

Resumen

Uno de los principales tipos de jabones caseros que podemos hacer en casa es el jabón de glicerina, además nos puede servir para aromatizar nuestros  cajones y closet.

Por su neutralidad es decir por tener un pH adecuado a la piel (no es ni ácido ni alcalino) lo que la hace favorable para ser utilizado por cualquier persona inclusive los bebes.

 

Pregunta de Investigación

¿Para qué sirve el jabón? ¿Cómo se elaboran los jabones con glicerina?

Planteamiento del Problema

Este tipo de jabón de glicerina es un excelente aliado para las personas que sufren de trastornos  de la piel, tales como comezón, sequedad de la piel, erupciones cutáneas, piel grasa, etc. Estos problemas pueden ser causados  por diversos motivos pero por suerte tenemos a nuestro alcance productos que pueden ayudarnos a mantener una piel sana y más cuidada gracias a este excelente producto.

La glicerina es un aceite natural que es utilizada para la preparación de jabones y cremas hidratantes higroscópicas, esto quiere decir que tiene una gran capacidad de absorción de la humedad del aire de  fácil. De hecho es uno de los principales ingredientes en la inmensa mayoría de los cosméticos fabricados, por su gran eficacia para todo tipo de pieles y porque además es transparente lo que facilita darle la terminación deseada.

Antecedentes

Se cree que el jabón se inventó hace unos tres mil años. Se han encontrado en la Mesopotamia tablillas de arcilla sumerias que mencionan la mezcla que se obtenía de hervir aceites con potasio, resinas y sal y sobre su uso medicinal.

El origen del jabón

Los fenicios lo fabricaban con aceite de oliva y soda cáustica (o carbonato de sodio) obtenida a partir de las cenizas de la combustión de plantas halófitas (plantas que viven en las salinas) como la salicornia o la salsola.

Recetas parecidas se seguirían utilizando en Siria. El jabón sirio, procedente de la ciudad de Alepo, antiguo territorio fenicio, se sigue fabricando hoy día con el mismo método tradicional y con aceite de oliva y aceite de laurel.

Los egipcios se frotaban con la mezcla obtenida del natrón (un carbonato de sodio mineral extraído de los lagos salados después de la evaporación del agua), tierra de batán (una arcilla poco elástica que tiene la propiedad de absorber las materias grasas) y altramuces remojados en agua de lluvia machacados.

Origen del jabón europeo

Los germanos y los celtas utilizaban grasa de cabra y cenizas de abedul para fabricar sus jabones. El jabón era, según el historiador romano Plinio, un invento galo. Los galos fabricaban sus jabones con cenizas de haya y sebo o grasa de jabalí y lo usaban según Plinio para teñirse sus largas melenas de rubio o pelirrojo.

El olor de la grasa rancia les resultaba bárbaro a los romanos, que como los griegos y etruscos se lavaban frotándose por el cuerpo una mezcla de aceites aromáticos y arena o ceniza.

En el siglo III a.C. se fabricaba en Arabia un jabón mediante la cocción de una mezcla hecha con potasa, álcali proveniente de cenizas, aceite de sésamo y limón.

Hay quien asegura que los cruzados introdujeron en el siglo XI el jabón en Europa Central desde Alepo. Los fenicios tuvieron tratos comerciales con Europa antes de los tiempos romanos, así que seguramente este tipo de jabón habría llegado mucho antes a las ciudades costeras como Nápoles, Marsella, Cartagena o Cádiz. Lo cierto es que en la Baja Edad Media no se utilizó mucho el jabón, y debido a la falta de higiene se originaron grandes epidemias que diezmaron a la población, como la peste negra del siglo XIV.

Almonas árabes

La primera gran jabonería europea la construyeron los árabes a finales del siglo X en Al Andalus, en Sevilla. En el valle del Guadalquivir, donde había grandes olivares y marismas, se obtenían las materias primas necesarias para fabricar un jabón que cuatro siglos más tarde se conocería como jabón de Castilla. Aún así en Andalucía se siguió llamando por el nombre árabe, almona, a las fábricas de jabón

El monopolio del jabón de Sevilla, ostentado por los marqueses de Tarifa en el siglo XVI, fue ampliado hasta América después de la conquista. En este mismo siglo ya se exportaba este sapo hispaniensis o sapo castilliensis al Reino Unido a través de Amberes. El jabón de Castilla, al provenir de aceites vegetales en vez de grasas animales, podía utilizarse en la higiene personal. Fue así que los europeos se volvieron más limpios y empezaron a desaparecer las grandes pandemias.

Las famosas fábricas de jabón de Marsella se establecieron en el siglo XIV. Este jabón tradicionalemente se fabricaba con aceite de oliva, agua del Mediterráneo y sosa cáustica proveniente de cenizas del laurel. Como el de jabón de Alepo, también se sigue fabricando hoy en día.

Jabonerías americanas

En 1575 se construyó una almona en la Ciudad de México. El jabón que se fabricaba en ella era el que usaban los mexicanos, hecho a partir del tequesquite, un mineral rico en sosa, y algunas plantas. En el siglo XVII se sabe de la existencia de una jabonería en Guayaquil que fabricaba jabón a partir de sebo de vacas y cenizas de yerba.

En este mismo siglo, en 1682, Luis XIV hizo guillotinar a tres fabricantes cuyos jabones le habían irritado la piel.

Química del jabón

En 1791 el químico Nicolas Leblanc inventa un procedimiento para obtener carbonato de sodio a partir de la sal marina, lo que simplificaba y abarataba el proceso de obtención de la sosa. En 1823, Eugène Chevreul demuestra que las grasas están formados por una combinación de glicerol y ácidos grasos (oleico, margárico y esteárico) y explica así químicamente la reacción de la saponificación descubierta por los sumerios.

En presencia de la sosa cáustica, los cuerpos grasos se dividen en sus componentes. El carbonato de sodio, al reaccionar con los ácidos grasos da lugar a los estearatos, margaratos y oleatos, es decir, al jabón. Así de la grasa y de la sosa se obtienen jabón y glicerol.

En el siglo XIX, los aceites de copra (pulpa seca del coco) y aceites de palma que venían de las colonias, se empezaron a emplear en la fabricación de los jabones.

Desde los años 30 del siglo XX, el jabón tradicional tuvo que competir con los tensioactivos sintéticos que se utilizan hoy en día en los detergentes, productos de limpieza, jabones y champús, que además son altamente contaminantes.

Existen documentos que mencionan el uso de muchos materiales jabonosos y agentes limpiadores desde la antigüedad. Los agentes purificantes que se mencionan en el Antiguo Testamento no eran verdaderos jabones, sino un producto hecho únicamente con cenizas de corteza de árbol. En el siglo I d.C., el historiador romano Plinio el Viejo describió las diversas formas de jabones duros y blandos que contenían colorantes, conocidos como rutilandis capillis, que utilizaban las mujeres para limpiar sus cabellos y teñirlos de colores brillantes. La producción de jabón era común en Italia y en España durante el siglo VIII. Alrededor del siglo XIII, cuando la industria del jabón llegó a Francia desde Italia, la mayoría de los jabones se producían a partir de sebo de cabra, con ceniza de haya que proporcionaba el álcali. Tras distintos experimentos, los franceses desarrollaron un método para la fabricación del jabón utilizando aceite de oliva en lugar de grasas animales. Alrededor del año 1500 introdujeron sus descubrimientos en Inglaterra. Esta industria creció rápidamente en ese país y en 1622 el rey Jacobo I le concedió privilegios especiales. En 1783, el químico sueco Carl Wilhelm Scheele simuló de forma accidental la reacción que se produce hoy en el proceso de hervido de la fabricación del jabón (descrito más adelante), cuando el aceite de oliva, hervido con óxido de plomo, produce una sustancia de sabor dulce que él denominó Ölsüss, pero que hoy se conoce como glicerina. El descubrimiento de Scheele permitió al químico francés Michel Eugéne Chevreul investigar la naturaleza química de las grasas y los aceites que se usan en el jabón. Chevreul descubrió en 1823 que las grasas simples no se combinan con el álcali para formar el jabón, sino que se descomponen antes para formar ácidos grasos y glicerina. Mientras tanto, en 1791, el químico francés Nicolas Leblanc inventó un proceso para la obtención de carbonato de sodio o sosa, utilizando sal ordinaria, que revolucionó la fabricación del jabón. En algunas zonas del continente americano, el jabón se hacía principalmente en el ámbito doméstico utilizando grasas animales derretidas. Sin embargo, hacia 1700, los habitantes de algunas zonas obtenían la mayor parte de sus ingresos de la exportación de cenizas y grasas empleadas en la fabricación del jabón.

Pero fueron los romanos los que hicieron de la elaboración del jabón una verdadera artesanía, convirtiéndolo en un artículo de uso diario, tanto por higiene como para evitar enfermedades. Tras la caída del Imperio Romano en el 467 d.C., disminuye casi por completo el uso del jabón debido a la desaparición de los baños públicos, por prohibición expresa de la Iglesia, y el consecuente desinterés por el aseo personal.

Es ya en el siglo VII cuando surge la fabricación de jabón y los gremios de jaboneros se empiezan a dar por toda Europa (Francia, Italia, España, etc.), pero se convierte en un artículo de lujo, por estar sujeto a los Monopolios Reales que gravan el producto con impuestos demasiado elevados, por lo que solo están al alcance de las clases altas.
En el siglo X, Europa sufría una gran despoblación y las plagas y epidemias elevaron el índice de mortandad adulta e infantil. Por esas fechas su fabricación en España, se hacía en las “Almonas”, solo con la autorización del monarca reinante. La más famosa de estas almonas fue la de Triana (Sevilla), que funcionó durante 400 años, y en la que se hacía el conocido jabón Castilla.
A partir del siglo IX, Marsella fue el centro del negocio de la jabonería, y más tarde, en el siglo XIV, pasó a Venecia. Es curioso destacar que en los siglos XIV-XVIII los monarcas del Viejo Continente se reservaban el privilegio de conceder licencia para construir y explotar jabonerías.

A partir de 1789 desaparecen los monopolios reales, fecha que coincide con el revolucionario invento de Leblanc para fabricar el carbonato sódico, con el que los artesanos pudieron fabricar el jabón sódico a escala industrial a través de la sosa cáustica, y no a partir de cenizas como se había hecho hasta entonces.
Fueron estos hechos los que dieron lugar a una verdadera industria jabonera, que se extendió por todos los países europeos. El producto se abarató ostensiblemente y su uso se generalizó a todas las clases sociales. De este modo empezaron a desaparecer enfermedades de la piel, y sobre todo su contagio, que afectaban de forma particular a la infancia.
Todo esto, unido al uso de la ropa interior, fue lo que condujo a la afirmación en la época de un hecho trascendental: gracias al uso del jabón y su repercusión en la higiene, se hizo posible el crecimiento de la población de Europa, debido a la disminución de las causas de la mortalidad. En consecuencia, en el siglo XIX la población en Europa se triplicó y la esperanza de vida pasó de los 30 a los 50 años, sólo y exclusivamente por el uso del jabón.

Puede por tanto afirmarse que el nacimiento de la industria del jabón fue tan importante para la sociedad como lo fue la máquina de vapor en la Revolución Industrial.

En el siglo VII existía una potente industria en España e Italia y fue precisamente en la ciudad italiana de Savona donde se empezó a elaborar   un jabón de aceite de oliva que también hacían los musulmanes. En el siglo XV aparece el jabón de Marsella, el precursor de los jabones actuales, preparado con una mezcla de huesos (ricos en potasio) y grasas vegetales. La industria jabonera floreció en las ciudades costeras del Mediterráneo, favorecidas por la abundante presencia del aceite de oliva y la sosa natural. Durante la 2º Guerra Mundial, los americanos desarrollaron un tipo de jabón que podía utilizarse con agua del mar, pensando en los marines destinados en el Pacífico: así nació el jabón  dermatológico, el menos agresivo de todos los jabones.

No es hasta el siglo XIX, cuando los científicos descubren el papel de las bacterias en el desarrollo del mal olor, que aparecen los primeros desodorantes. El pionero lo inventaron, cómo no, los americanos: «Mum» (1888), una crema bactericida que dio origen a una marca de desodorantes todavía en pleno auge. Su éxito fue espectacular, algo comprensible teniendo en cuenta que, hasta ese momento, lo único efectivo para combatir el mal olor consistía en frotar las axilas con amoníaco diluido en un poco de agua o en impregnarse en perfume, que mezclado con el sudor producía un olor bastante peor.

 

Hoy existen jabones para todos los gustos, de todas las calidades y para  todos los bolsillos, jabones con aceites y cremas hidratantes, jabones perfumados, jabones inodoros, sólidos, con textura de gel o de crema, y hasta las grandes marcas de la cosmética y de perfumería hacen sus lanzamientos de perfume acompañándolos de una línea de baño con la misma fragancia.

El nacimiento del primer jabón se pierde en la noche de los tiempos. Los egipcios ya utilizaban un producto jabonoso que consistía en una mezcla de agua, aceite y ceras vegetales o animales, fórmula que fue utilizada también por los griegos y los romanos.

Conviene destacar que, aunque hoy se comprendan mejor que nunca los procesos químicos implicados y haya mejorado tanto la fabricación de productos de limpieza, el jabón tradicional ha mantenido su popularidad. Pocos se atreverían hoy a negar que el jabón es necesario para la higiene y la salud. Por otro lado, es irónico que en esta época tan marcada por la suciedad moral y espiritual sea más fácil que nunca conseguir la limpieza física. Lo cierto es que la limpieza externa adquiere su máximo valor cuando constituye un reflejo de la pureza interior. Conviene destacar que, aunque hoy se comprendan mejor que nunca los procesos químicos implicados y haya mejorado tanto la fabricación de productos de limpieza, el jabón tradicional ha mantenido su popularidad. Pocos se atreverían hoy a negar que el jabón es necesario para la higiene y la salud. Por otro lado, es irónico que en esta época tan marcada por la suciedad moral y espiritual sea más fácil que nunca conseguir la limpieza física. Lo cierto es que la limpieza externa adquiere su máximo valor cuando constituye un reflejo de la pureza interior

Objetivo

Demostrar que este jabón no daña ningún tipo de piel debido a sus propiedades neutras y humectantes y que además se puede elaborar en casa de manera artesanal con  poco presupuesto, además  con diferentes tipos de moldes, colores aromas y figuras al gusto.

 

Justificación

Me intereso este tema porque quise dar a conocer  uno de los principales beneficios de este jabón de glicerina es mantener la hidratación de la piel y esta propiedad hace que actúe eliminando la picazón, la descamación y la sequedad de la piel. Esto lo convierte en el jabón ideal para aquellas personas que tengan alergias de piel, ya que además tiene un efecto calmante.

Otro beneficio es que este jabón es muy indicado para pieles grasas porque sus características tienden a cerrar las glándulas sebáceas de nuestra piel. Es un jabón neutro y de larga acción duradera. Si utilizan este tipo de jabón para lavarse la cara, les ayudara   a su reafirmación y a mantenerla en mejores condiciones y cuidada.

En su proceso de elaboración es fácil y  se le pueden añadir plantas aromáticas o extractos vegetales, lo que les proporciona el aroma y el color deseado.

Hipótesis

Si conocemos las propiedades de jabón de glicerina principalmente su acidez, entonces  podemos predeterminar que dicho producto puede ser de un pH completamente neutro.

 

 

Método (materiales y procedimiento)

Para la elaboración del jabón utilizaré los siguientes materiales:

Glicerina, agua, esencias de flores para terapia, pigmentos para darle color al jabón, moldes de pet mica, de silicón, micas decorativas para encapsular y palitos de paleta.

También utilizaremos cuchillo sin filo plato o mantel, una cuchara diamantina y bolsitas de celofán o plástico adherible.

Para la elaboración del jabón no es necesario acudir a un laboratorio de ciencias basta con un espacio destinado para llevar a cabo  este trabajo.

Procedimiento

El primer paso para hacer jabón de glicerina será derretir la glicerina, para ello, cortar la pastilla grande en pequeños trozos y colocarla en un recipiente.

Se puede optar por deshacer la barra de glicerina en el horno de microondas o hacerlo al baño maría.  Una vez derretido (no debe hervir) no deberá tener burbujas ya que ellas dificultará el sacarlo del molde. A continuación se le agrega unas gotas de pigmento según el gusto y esencia de olor generalmente son suaves.

Posteriormente se hace vaciado en el molde y si quedan burbujas se le aplica al cohol para deshacer esas burbujas y quede a la perfección el vaciado.

Hay que dejar secar, es decir,  que se solidifique en el molde unos 25 minutos  y posteriormente sacarlo para envolverlo en papel celofán o plástico autoadherible.

Galería Método

Resultados

Los resultados que se obtuvieron fueron muy óptimos tanto en la elaboración del jabón como en su uso,  uno de sus beneficios es que es muy económico ya que  los materiales con los que están hechos no  son muy costosos.

Otro gran resultado es su utilidad pues se recomienda para pieles sensibles y enrojecidas, incluso para quemaduras del sol ya que este producto se elabora a base de glicerina y no es dañino para la piel.

Galería Resultados

Discusión

Conclusiones

Es el jabón de glicerina ideal para cualquier tipo de piel ya que su pH (concentración de acidez o alcalinidad) neutro hace que no sufra de algún maltrato la piel, además por su gran contenido de glicerina es capaz  de mantener la hidratación por un tiempo muy prolongado. No se tiene que hacer una gran inversión y por si fuera poco, se desarrolla la habilidad y creatividad durante su elaboración

Bibliografía

Ciencias  Química

Antonio  Calderón     Ernesto Colavita  Omar  Zamora

Editorial: Castillo.

Química  Mauricio Castro  Jiro Suzuri  Guadalupe Osorio  Gabriela Pérez

Química Creativa  Alejandro Cortés Juárez  Roberto Shirásago Germán

Química 3  Saúl  Limón  Jesús  Mejía

 



Como hacer jabón


Como hacer jabón

Summary

Research Question

Problem approach

Background

Objective

Justification

Hypothesis

Method (materials and procedure)

Results

Discussion

Conclusions

Bibliography